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Hoy en día, se vive en un mundo muy globalizado con el impacto que ha causado de forma positiva la implementación de la tecnología en nuestras vidas, es decir el futuro nos ha alcanzado y solo resta afrontarlo. Anteriormente se cuestionaba si la tecnología o la ciencia ficción nos llegaría a rebasar y a medida que avanzamos como sociedad nos vamos dando cuenta que esto se ha cumplido en distintos ámbitos sociales, culturales, políticos llegando a irrumpir en el sector educativo en el quehacer académico y al aprendizaje del estudiante. Con el desarrollo que tiene actualmente la inteligencia artificial paso de ser un sistema que capturaba datos de sistemas computarizados a ser autómata, desarrollando así sus expectativas algorítmicas superando las cualidades del acceso a la información por medio del Internet. En este contexto, resulta indispensable replantear los roles tradicionales en el proceso educativo. El docente deja de ser el único transmisor de conocimiento para convertirse en un mediador, facilitador y guía en un entorno donde el estudiante tiene acceso inmediato a respuestas generadas por sistemas inteligentes. Esta transformación exige no solo habilidades técnicas, sino también una profunda reflexión ética y pedagógica sobre el uso responsable de la inteligencia artificial. ¿Estamos formando estudiantes capaces de discernir entre información válida y contenido automatizado sin criterio? ¿Estamos preparados como educadores para evaluar aprendizajes que han sido asistidos —o incluso generados— por máquinas? Estas preguntas abren un panorama complejo pero también esperanzador, donde la IA puede convertirse en una aliada poderosa si se integra con sentido crítico, humano y formativo.